Mirar tu historia.
Mirar tus raíces.
Mirar todo eso que viviste, lo que fue dicho… y también lo que nunca se dijo.
Sanar no es negar lo que dolió.
No es romantizar la herida.
Tampoco es olvidarlo o justificar lo que estuvo mal.
Sanar es poder decir:
“Esto ocurrió… y aún así, yo elijo mi destino.”
Sanar es ampliar la mirada. Ver no solo el dolor, sino también la fuerza con la que saliste adelante. Ver no solo la falta, sino también los pequeños gestos de amor que quizás no supieron mostrarse bien.
Sanar es aprender a incluir en vez de excluir.
A integrar en vez de esconder.
A honrar en vez de juzgar.
Esta semana, te invito a dejar de pelearte con tu historia.
A soltar el ideal de lo que debió haber sido y abrazar, con humildad, lo que fue.
Solo así vas a poder escribir algo nuevo… desde otro lugar.
Preguntas para abrir este proceso:
— ¿Qué parte de mi historia todavía estoy rechazando?
— ¿Qué frases me repito que vienen de otros y no son verdaderamente mías?
— ¿Qué puedo agradecer hoy a mi sistema familiar, aún con sus sombras?
Sanar las raíces no significa atarte al pasado.
Significa reconciliarte con tu origen para florecer con más fuerza.
Lo que te trajo hasta acá… merece ser honrado.
Y lo que está por venir… merece ser elegido.
Gracias por estar acá. Seguimos caminando juntas/os.
Honro mi historia. Elijo mi destino
(Recordá que tenes acceso al audio introspectivo de la semana en mi canal de youtube